Escondido en la maleza
como un animal,
ocultaba mi tristeza
y aliviaba mi mal.
Lejos sentía el viento
cerca sentía su aliento,
pero yo estaba solo
con el viento y mi pensamiento.
La hierba me contagiaba
su calor con optimismo,
y la tierra me enseñaba
a confiar en mi mismo.
Luego me levanté
y comencé a correr,
al poco tiempo la alcancé
y la logré retener.
Miré su cara, tomé su pelo
le dije que la amaba, ella dijo: te quiero;
y así, pisando la hierba, la maleza y la tierra
me alejé yo con ella, en una unión eterna.
Marcelo Fernández Romo
No hay comentarios:
Publicar un comentario