Sobre tus nacientes calles comenzó mi despedida
volé por última vez sobre tu salada sangre azul
que bañando suave tus arenas encendidas
me recordaba tu silueta, de norte a sur.
Metro a metro la lejanía
iba escondiendo tus verdes valles,
mientras en mi corazón la melancolía
y la promesa de nunca olvidarte.
Ví tus montes milenarios
que cubiertos por el hielo
te formaban un santuario
bajo un techo de blancos pañuelos.
No fue fácil partir
y alejarme sin saber de ti
tu bandera flameando quedó
y en mis ojos su estrella grabó.
Cómo olvidar tus mujeres y tus niños,
tus tierras labradas por hilos dorados,
tus campesinas de ponchos coloridos,
y tus rudos mineros de rostros curtidos.
Tus pescadores que ya al amanecer
se han despedido con un beso de amor,
y tus edificios que empezando a crecer
hoy ya se elevan en busca del sol.
No fue fácil partir
y alejarme sin saber de ti,
tu bandera flameando quedó
y en mis ojos su estrella grabó
cuando tú Chile,… me gritaste: ¡Adiós!
Marcelo Fernández Romo.
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