Era una noche fría de invierno. Sabía que tarde o temprano daría con ella.
Procurando no ser visto, me acerqué a la única ventana que permanecía iluminada.
Allí estaba ella, durmiendo, luciendo su desnudez bajo una delgada sábana blanca, sin sospechar que habian dos ojos acechándola.
De pronto, escuché pasos detrás mío. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al verme descubierto, y el silencio de la noche se rompió violentamente con un vozarrón, que dijo:
- “¿Es su primer bebé?”.
- “No, - le respondí - ya tengo dos varones, pero ella será mi princesita”.
Jaimito
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