sábado, 29 de noviembre de 2008

La muñeca olvidada

Había una vez una niña llamada Maritza, que estaba celebrando pascua con su familia, y su mamá le dijo:¡Maritza! ,tengo un regalo para ti,y pasándole una caja con muchos colores la abrazó. La niña muy emocionada rompió el paquete y gritó: ¡Una muñeca!,le pondré un nombre…………mmm………..se llamará Hermosa, porque es muy hermosa, y corrió a su cuarto, la puso en su cama y le dijo: dí, soy her-mo-sa y la muñeca no le contestó, Maritza insistió : dí, soy Her-mo-sa, la muñeca no le contestó, Maritza repitió: dí soy Her-mo-sa y la muñeca le contesto: soy Her-mo-sa , Maritza se alegró y la abrazó fuertemente.

Pasaron los años y Maritza se fue olvidando de la muñeca.

Pasados 30 años Maritza ya había crecido, se había ido lejos y tenía un hijo: Juan.

Un día volvieron a visitar a la abuelita de Juanito. Maritza empezó a ayudar a su madre con las labores de casa, el hijo de Maritza, como era un niño muy curioso, empezó a recorrer la casa. De pronto encontró una habitación, entró y había una cama con una muñeca muy linda, y preguntó: cómo te llamas?, me llamo Hermosa. De quién eres, de una niña llamada Maritza, dijo la muñeca olvidada, esa es mi mamá!! contestó el niño, y gritó: mamáa! Maritza fue, y su hijo le preguntó: es tuya esta muñeca mamá? así es, era mi vieja muñeca, el niño dijo: se llama hermosa cierto, y su madre, sorprendida dice, cómo supiste eso?,me lo dijo ella. Maritza extrañada balbuceó……….pero……….las muñecas no hablan..ooo………es cierto!!, ella sí habla, yo le conversaba cuando era pequeña. El niño le preguntó al fín, puedo quedarme con ella?, por supuesto dijo su mamá. El niño se alegró muchísimo.

Maritza, el niño y la muñeca se volvieron a casa. El niño creció y tuvo hijos, y le regaló la muñeca a su hija, y así, la muñeca fue pasando de generación en generación.

FIN

La LLaithe
5º A

jueves, 27 de noviembre de 2008

UN ALMUERZO CON LA HISTORIA

Como cada año, ese invierno de 1989 llegué con mis sesenta y dos alumnos de Terapia Ocupacional y de Kinesiología de la Universidad de Chile a una casi desierta casa de ejercicios espirituales en Punta de Tralca, un día jueves alrededor de las once y media de la mañana.

Nos encontrábamos bajando nuestras muchísimas pertenencias y materiales de los buses que nos trasladaron desde Santiago, para dar inicio al tradicional campamento educativo que forma parte de los estudios regulares de estos estudiantes de la rehabilitación en salud, cuando un flaco, sonriente, nervioso y desgarbado sacerdote se acercó a nosotros presentándose como el secretario personal de Su Eminencia Cardenal Silva Henríquez, al tiempo que extendía una apresurada invitación para dos personas de nuestro grupo que quisieran almorzar inmediatamente con el Cardenal.

El convite implicaba suma urgencia, por cuanto nos dijo que Su Eminencia almorzaba puntualmente al mediodía y le disgustaba enormemente aplazar ese encuentro alimenticio, de la misma manera que descartaba la sola idea de almorzar solo.

Como pude le expliqué al sorpresivo mensajero de tan grata noticia, que era absolutamente impracticable que pudiéramos acceder a su proposición de manera tan acelerada, por cuanto debíamos registrar nuestra llegada con la querida Hermana Magdalena Sofía, alma y admistradora vitalicia del recinto, trámite que fácilmente duraría media hora.

Su respuesta fue tajante: “-Yo le soluciono eso. ¡Así que vayámonos al tiro!”

A esas alturas, me encontraba también ansioso por la posibilidad impensada de almorzar con alguien a quien admiraba tan profundamente, pero mis obligaciones hacia mis estudiantes me inclinaban a decir que no, por lo que mi mente creó una condición ridícula, casi como para deshacerme de la oferta: sólo podríamos ir si asistíamos tres personas, un alumno democráticamente elegido de cada carrera y yo.

El sacerdote lo pensó un instante y contestó que bueno, pero que partiéramos de inmediato a la casa donde se hospedaba el Cardenal, que ya eran casi las doce y que encontraríamos a Su Eminencia de mal humor, que las hermanas que preparaban y servían la comida estarían inquietas por el retraso, etc., etc.

Reuní al curso y les resumí el ofrecimiento, la prisa, la necesidad de elegir a dos comensales y establecer los pasos y tareas que debía seguir el resto del grupo durante mi ausencia.

Inmediatamente se produjo un alboroto porque muchos jóvenes querían hacer uso del regalo que se nos estaba dando. Discurrieron la forma de sortear entre los candidatos (los típicos papelitos) y, una vez elegidas Alejandra y Marcela partimos presurosos, siguiendo las grandes zancadas de nuestro angustiado invitador.

Eran ya las 12:15 horas cuando hicimos ingreso a la sencilla y acogedora residencia del Cardenal, quien estaba sentado en un mullido sillón, con una manta sobre sus piernas, con su poncho y su boina características, leyendo el diario, muy lejos de la imagen que se nos había ido instalando, gracias a los requerimientos de su secretario.

Al vernos entrar se puso de pie y nos saludó muy amablemente. Las dos alumnas se inclinaron y besaron su anillo cardenalicio (signo que yo, torpemente, había olvidado pero que a él no le importó). Nos ofreció asiento y comenzó a interrogarnos sobre quienes éramos y en qué andábamos por esos lados. Su vozarrón tipo FM nos impresionó de entrada y, tanto Alejandra como Marcela se asustaron más de un poco y se confundieron ante sus preguntas, fundamentalmente por lo penetrantes y personales que resultaban. Que donde habían estudiado la enseñanza media. Que cómo eran sus familias. Que si estaban satisfechas con sus carreras. Que si hacían servicio público. Que si pololeaban. Que si habían viajado.

De pronto, se entusiasmó mucho con el tema de la máxima rehabilitación que debía alcanzarse con pacientes depresivos y con los métodos que ayudaban a que éstos se entusiasmaran de nuevo con la Vida. Nos puso variados ejemplos para apoyar sus afirmaciones y, entre ellos, comenzaron a aflorar los relacionados con víctimas de la represión política. Personas de todas las edades y condiciones que eran golpeadas directa o indirectamente por lo que el llamaba el Mal, no como eufemismo sino como la mejor manera de nombrar al pan, pan y al vino, vino.

Eran tiempos en que la dictadura llegaba a su fin y se avizoraban tiempos mejores, pero el temor era parte integral de nuestra existencia como miembros de la zarandeada Universidad de Chile, cuna de grandes rebeldías y largas batallas de supervivencia. Vivíamos con absoluta conciencia de que el “innombrable” no nos quería y que por eso, dos años antes, nos había mandado a Federici para desmantelarnos y borrarnos del mapa. Como habíamos ganado esa batalla, nos sentíamos pioneros al rechazar la imposición militar.

Mis alumnas ingresaron a la universidad justamente el año 87, cuando se produjo el largo período de resistencia al último rector delegado, que venía de haber arrasado con los ferrocarriles del Estado y al cual habíamos conseguido “derrocar”. Esta experiencia nos había marcado muy profundamente y nos situaba en el mundo más opositor al régimen, con mucha sintonía con aquellos personeros que eran capaces de infundir esperanzas a nuestros afanes cotidianos.

Obviamente, el Cardenal estaba entre los más admirados y reconocidos.

El año anterior, 1988, se había realizado el plebiscito histórico en el que pudimos decir NO a la permanencia del dictador y teníamos fresca en nuestra memoria las críticas que el Cardenal le realizara días antes del plebiscito, por su intolerancia con los opositores y su negligencia con los pobres.

En resumen, sentíamos gran afecto por Don Raúl, por lo que tenerlo en exclusiva para nosotros era como un sueño hecho realidad. Constituía la posibilidad de expresárselo “en vivo y en directo”, cosa que hicimos con mucho gusto.

Una monja entró a la sala y nos ofreció un aperitivo. Como no esperábamos semejante oferta, aceptamos lo mismo que le traía a Don Raúl: una generosa vaina.

Ya con el brebaje en el pecho, comenzamos a atrevernos a preguntar nosotros. Eran tantas y tantas las cosas que queríamos saber que nos atolondrábamos y atropellábamos. Que cómo eran Frei Montalva, Allende, Aylwin. Que si habría sido posible evitar el golpe de estado. Que cómo habían sido sus entrevistas con el innombrable. Que nos contara de su histórica visita a los prisioneros del Estadio Nacional. Que nos hablara de su participación en las elecciones de tres Papas. Que si él creía la teoría del asesinato de Juan Pablo I. En fin, lo que se nos viniera a la cabeza.

A todas nuestras inquietudes nos respondía calmadamente y sin remilgos. Su rostro de hombre de 81 años iba reflejando cada una de las emociones que sus recuerdos le evocaban. Risa franca y sonora si la remembranza lo ameritaba. Ojos entornados si el recuerdo era penoso. Humor sutil o irónico si la evocación lo merecía.

De repente, parándose, nos hizo pasar a la mesa contigua ya servida. Antes de sentarnos, bendijo la mesa. Terminada la breve oración, nos ofreció vino blanco para acompañar la entrada de locos mayo, lo que también aceptamos. Alabando el vino talquino, brindó por habernos conocido, situación que nos llamó mucho la atención porque éramos nosotros los que agradecíamos este encuentro tan cercano y familiar. A mis estudiantes les decía “niñas” y a mí me llamaba “hijo”.

De ahí en adelante no se habló más. Era hora de comer.

Recuerdo nítidamente su forma ávida y contagiosa de alimentarse. Sin duda, para él era un gozo. Literalmente atacaba su plato por todos los costados, sin darle ninguna oportunidad de descanso o de defensa. Fue un gusto verlo comer. Era ininterrumpible. De pronto se permitía un movimiento de sus gruesas y pobladas cejas para responder de malas ganas algún impertinente comentario de uno de nosotros. Pronto nos percatamos que resultaba inoportuno intentar hablarle mientras almorzaba.

Conocedoras de lo que, aparentemente, era su estilo, las hermanas se apresuraron a servirle el plato de fondo en cuanto terminó la entrada. Él hizo una breve pausa para ofrecernos vino tinto para acompañar el bife con arroz. De nuevo aceptamos.

Culminada la faena del plato principal, adoptó una postura relajada y preguntó por los postres, prefiriendo una compota de manzanas.

Conservo el recuerdo de que a duras penas logramos seguir su ritmo de ingestión alimentaria. Todo en él hablaba de buena salud. Ya nos había impresionado con su lucidez mental y ahora nos dejaba atónitos con su buen apetito.

De nuevo pasamos a la sala de estar, para hacernos el último ofrecimiento: un bajativo. Dulce o agüita de cebada.

No sabiendo a qué se refería con lo de la agüita de cebada y pensando que se trataba de una especie de secreto clérico-arzobispal, me incliné por ella, lo que significó que al minuto siguiente tenía en mi mano un generoso whisky en las rocas, que me acompañó durante los siguientes 70 minutos.

¡Qué sobremesa! Don Raúl nos había regalado su confianza y cuando le preguntábamos sobre algo en particular, se extendía hasta agotar su reflexión. Nos sentíamos ante un gran profesor, percepción que se fue acentuando para pasar a la seguridad de estar frente a un maestro.

También esta apreciación fue girando lentamente para que, al final de la experiencia quedáramos con la impresión de haber estado frente a un hombre santo.

Con posterioridad a ese maravilloso encuentro, nos preguntábamos con las alumnas sobre qué elementos basábamos esta creencia del hombre santo y la respuesta era unánime: mientras estuvimos con él, siempre culminaba sus palabras con alguna invocación a Jesús o a María. Siempre estaban con él. Daba la impresión de estar siempre en presencia de ellos: madre e hijo.

Tengo el recuerdo vívido de la dulcificación que expresaba su rostro al nombrarlos.

A la distancia, este hecho se me representa como que él era el hijo que se va de a poquito acomodando en el regazo protector de quienes lo aman.

Soportó, hasta que más no pudo, nuestras ansias y curiosidades. Hasta que la marea alcalina fue surtiendo efecto y se fue entregando a la somnolencia, al preludio de una buena siesta.

Recién entonces reparamos que estábamos ante un hombre de casi 82 años y que nos habíamos excedido.

Como saliendo de un grato sueño, nos paramos y nos despedimos de beso y abrazo.

Él había vuelto a ponerse su gran poncho café y a reclinarse un poco más en su mullido sillón. De seguro, cuando saliéramos, algunos cojines le acompañarían en un delicado sueño.

De regreso a nuestras cabañas no hablamos y caminamos muy lentamente. La fresca brisa marina nos fue devolviendo paulatinamente a la realidad.

Ese domingo fuimos a misa. El Cardenal celebraba. Nos sentamos en la primera fila. Su vozarrón era como el trueno. Su figura se apreciaba cansada. Se apoyaba firmemente en el altar. En un momento nos miró y tuve la convicción más profunda de haber tenido la suerte de compartir dos horas y cuarenta minutos con un enviado de Dios.


Antonio Moncada Rivas

“Mi historia con el Cardenal del Pueblo”

El libro “Mi historia con el Cardenal del Pueblo”, aventura literaria de Ediciones Copygraph y Radio Cooperativa recoge los testimonios de personajes anónimos en torno al Cardenal Raúl Silva Henríquez.

En el acto de presentación del libro, el recien pasado lunes 24, en Ñuñoa, se hizo entrega de premios y distinciones a los tres mejores testimonios presentados, así como menciones honrosas a los otros nueve que componen el texto.

El apoderado del IMLP, Antonio Moncada Rivas, obtuvo el segundo lugar, con el texto titulado: "Un Almuerzo con la Historia".

Sorprendidos por el tiempo…

Si hacen un alto en la vorágine del día a día, se sorprenderán por algunos acontecimientos que resultan indicadores que ya pasando los 50… nos ha sorprendido el tiempo…

-Cuando en una asoleada mañana en la fila del Banco, una atractiva muchacha se aferra a tu brazo y tú al mirar, con cierta decepción escuchas que una amiga de tu hija te dice: Tío… ¿Cómo está la Pauli?...

-Cuando algún quinceañero de vez en cuando se apiada de tu sufrimiento en el bus… y ya te comienzan a dar el asiento…

-Cuando en una tarde cualquiera, prefieres sentarte en un céntrico sillín de lustrabotas, aduciendo… para que de vez en cuando, me queden mejor.

-Cuando en las reuniones de apoderados de tu hija más pequeña, otro papá se dirige a ti …tratándote de “usted”…

-Cuando un compañero de tu hijo te dice: ¿Así que cuando usted iba al colegio, no existía el metro?...

-Cuando un futbolizado sobrino te pregunta: ¿Es verdad que usted conoció a Leonel Sánchez?...

-Cuando tu hija, junto a su vecina acuden a ti, como ante un mediador, inquiriendo respuesta a una casi vejatoria pregunta: “¿Papy, cuántos eran los Beatles?...

-Cuando en tu hogar, en una fría tarde, estando encerrado en el “home office”, debes salir en busca de ayuda porque “se te ha ido en collera” el conocido binomio “copiar-pegar” de tu PC.

-Cuando prefieres darle “una luca” a tu hijo para que te lave el auto; escudado en el pretexto que “así irás aprendiendo lo que es ganarse la vida”, cuando en el fondo sólo te estás evitando la riesgosa posibilidad de un lumbago.

-Cuando subes apurado las escalas de la Estación Universidad de Chile y te tomas del pasamanos… sólo por si acaso… (por nada más).

-Cuando vas a dejar a pié a tu hijo al colegio y no para incentivarle la actividad física, o para ahorrar bencina, sino para proteger tus arterias coronarias.

-Cuando adquieres esa patética pose de “reportero” a los pies de la Montaña Rusa de Fantasilandia, gritándole a tus hijos y sobrinos: “ya niños, yo de aquí los filmo”; porque ni loco te subirías como antaño, tu hipertensión arterial y tu instinto de conservación no te lo permitirían.

Cuando te acontezcan estas situaciones, es cuando te comenzarás a dar cuenta que… has sido “Sorprendido por el tiempo”. Y lo más hermoso es que te habrás dado cuenta por ti mismo.

Pero ánimo amigos, convengamos en que todas las etapas son necesarias y todas tienen su encanto.

Recuerden que Cervantes escribió “El Quijote”… a los 55 años…


Marcelo Fernández Romo.

Santiago del Nuevo Extremo, o ¿Santiago a tal extremo?

Santiago querido, ¿Qué has hecho para cambiar tanto?, ó ¿Qué te han hecho?, ó ¿Qué te hemos hecho?

Pensar que antes paseaba por tus calles de amanecida, sin riesgos; hoy a las ocho de la noche, ya eres un peligro. Pensar que antes disfrutaba con mis padres en el estadio, de tus clásicos universitarios; hoy sólo puedo acudir con mis hijos, a partidos intrascendentes.

Pensar que antes una tarde de lluvia, era una romántica postal; hoy se detiene la actividad ciudadana, por un común aguacero.

Pensar, pensar... estacionamientos licitados, restricción vehicular.

Pensar que hoy sólo tenemos 100 palabras ... para añorarte.

Marcelo Fernández Romo . (53 años. San Miguel)

REENCUENTRO EN EL CAMPO.

Escondido en la maleza

como un animal,

ocultaba mi tristeza

y aliviaba mi mal.

Lejos sentía el viento

cerca sentía su aliento,

pero yo estaba solo

con el viento y mi pensamiento.

La hierba me contagiaba

su calor con optimismo,

y la tierra me enseñaba

a confiar en mi mismo.

Luego me levanté

y comencé a correr,

al poco tiempo la alcancé

y la logré retener.

Miré su cara, tomé su pelo

le dije que la amaba, ella dijo: te quiero;

y así, pisando la hierba, la maleza y la tierra

me alejé yo con ella, en una unión eterna.


Marcelo Fernández Romo

RECUERDOS AL PARTIR .

Sobre tus nacientes calles comenzó mi despedida

volé por última vez sobre tu salada sangre azul

que bañando suave tus arenas encendidas

me recordaba tu silueta, de norte a sur.

Metro a metro la lejanía

iba escondiendo tus verdes valles,

mientras en mi corazón la melancolía

y la promesa de nunca olvidarte.

Ví tus montes milenarios

que cubiertos por el hielo

te formaban un santuario

bajo un techo de blancos pañuelos.

No fue fácil partir

y alejarme sin saber de ti

tu bandera flameando quedó

y en mis ojos su estrella grabó.

Cómo olvidar tus mujeres y tus niños,

tus tierras labradas por hilos dorados,

tus campesinas de ponchos coloridos,

y tus rudos mineros de rostros curtidos.

Tus pescadores que ya al amanecer

se han despedido con un beso de amor,

y tus edificios que empezando a crecer

hoy ya se elevan en busca del sol.

No fue fácil partir

y alejarme sin saber de ti,

tu bandera flameando quedó

y en mis ojos su estrella grabó

cuando tú Chile,… me gritaste: ¡Adiós!


Marcelo Fernández Romo.

Abril 1991.

El último día, el primer día, o simplemente… un día más .

Son las 22 horas, he venido a mi pieza y continúo escuchando emisoras radiales extranjeras y nacionales. Mientras me tomo un café comencé a ordenar mis escritos, articulando fragmentos que he ido guardando durante toda esta impactante jornada. Por todo lo sucedido, con más fuerza pienso que tal vez con los años adquiera alguna relevancia como documento histórico, para que mis hijos sepan como fue el día en que se materializó literalmente el lema de nuestro escudo patrio: “Por la razón o la fuerza”… Pero nunca pensé que ocurriría al interior de nuestra propia nación.

Estoy buscando papeles en mi escritorio y he encontrado un poema que había escrito hace como un mes y hoy he comprobado que resultó tener ribetes premonitorios. Lo voy a transcribir en primer lugar y luego relataré lo que pasó hoy en Chile…


La Patria le recita al pueblo”.

Como un estéril grito en el desierto

es la esperanza que me dan,

agítase mi corazón casi muerto

pensando que al final me destruirán.

Ya son pocos los oasis

el arte, el deporte, el amor,

y éste último por suerte

reconforta mi dolor.

Los problemas parecieran ser enormes

y dudo si habrá alguna solución,

ya se acerca lo que todos temen

y es la sangrienta revolución.

Los políticos critican y se atacan

pero nadie propone soluciones,

sólo parecen proteger bien sus finanzas

haciéndome peligrar con mezquinas ambiciones.

Unos dicen dialogar

otros prefieren esperar,

pero en pocos días más

todos dirán: ¡A matar!

Hay errores evidentes

pero falta comprensión,

y están dañando a inocentes

con esta tremenda inflación.

Día a día se asesina

y quedan muertes impunes,

ya se acaba la bencina

y no todos trabajan los Lunes.

El odio ya está arraigado

en el corazón de los chilenos,

el emblema se ha pisoteado

favoreciendo a los extranjeros.

Anteayer murió un general

ayer fue un comandante,

y quien sabe si mañana

mueren mis hijos restantes.

Se marchan los profesionales

abandonando el barco que se hunde,

parten mejorando ingresos a otros lugares

sin importarles esta Patria que sucumbe.

El gobierno fija raciones

la oposición reclama por ello;

¿Hasta cuándo pretenden maricones

impedirme seguir siendo un país tan bello?


Hasta hoy, sentía que el país estaba dividido, quebrado en dos fragmentos irreconciliables, “los unos” y “los otros”. Para “los unos” parecía ser el último día y para “los otros”, el primer día. Pero hay también un grupo que a nadie la ha importado en los últimos meses, me refiero a los niños, que eran los únicos que permanecían inocentemente unidos, y para ellos ha sido sólo… un día más…

Mi despertar fue similar a los días anteriores, entre 8:30 y 9:00 horas, como en todo el último mes en que mi Facultad ha estado en huelga (curso 2º de Medicina en la Universidad de Chile, Sede Norte, Hospital José Joaquín Aguirre). A las 8:40 mi madre (Proserpina Romo) nos informa que noticias sin confirmar dicen que hay un intento de levantamiento militar, y que las fuerzas navales insurgentes controlarían la situación en Valparaíso. Recuerdo que algo escuché entre sueños y seguí durmiendo, pero a las 8:55, provino desde su dormitorio un grito escueto y nervioso: “cayó el gobierno”.

Mi hermana (Cecilia Fernández) vino a la pieza mientras yo prontamente me incorporaba; mamá hacía lo mismo en ese momento.

La radios comenzaban a ser intervenidas y a transmitir en cadena, y las emisoras leales al gobierno que caía lanzaban sus últimas proclamas: “defender las fábricas”, “no abandonar los centros de trabajo ni de estudios”, “alertamos a las bases democratacristianas para que desoigan el llamado de sus jefes golpistas y no se dejen engañar”, etc. Mientras, el presidente Allende alcanzaba a dirigirse al país por la frecuencia de Radio Magallanes.

Salí a la calle, corrí alcanzando a mi vecino (Gabriel Andreani) y pudimos comprobar que ya en el servicentro situado en la esquina se formaba una larga cola para adquirir parafina, en estos casos se produce una especie de psicosis colectiva, ya había ocurrido eso el 29 de Junio, con motivo de un intento de alza de tropas (¿habría sido una especie de “ensayo”?). Por lo demás el gas licuado venía escaseando desde hacía algún tiempo, recuerdo haber visto gente llegando en horas de la noche con sus cilindros vacíos y esperar el amanecer en la distribuidora ubicada en Departamental, para poder comprar a la llegada del camión repartidor, en la mañana siguiente.

Regresé a casa, desayuné conversando con mi madre, quien estaba muy descontrolada por la suerte corrida por papá (Ruperto Fernández), ya que a esas alturas él aún debería estar en su oficina, en el otro extremo de Santiago (barrio Quinta Normal). Mi hermana volvía de la casa de un tío (Arquímedes Romo) que vive en esta misma cuadra, en donde infructuosamente trató de obtener noticias telefónicas de nuestro padre (para colmos mi teléfono llevaba 2 días descompuesto).

Luego ambos salimos a la Gran Avenida, de regreso pasé a ver a una amiga (Mónica Grossermann) y por fin me comuniqué con la casa de un compañero de trabajo de papá (Raúl Soriano), allí habían logrado hablar a la oficina, en donde existía total calma y ningún peligro.

La noticia tranquilizó a mamá. Permanecí un rato junto a ellas, y salí a la terraza a pensar… y observar todo a mi alrededor, (sería la primera de las muchas veces que lo haría durante el día). Fue ahí cuando sentí la imperiosa necesidad de testimoniar los hechos que se estaban suscitando y comencé con una serie de escritos que se irían incrementando a lo largo de este 11 de Septiembre de 1973.

Por estos días encontraba que ninguna corriente política me hacía sentir identificado ni reflejaba mis intereses y convicciones de veinteañero. Si bien es cierto, que a los 11 años había colaborado repartiendo propaganda para la campaña de Frei Montalva, ello no marcó ninguna tendencia partidista en mi vida; sólo había sido una aventura de niño, recortando espontáneamente de los periódicos fotos del candidato y lanzándolas a los jardines de los vecinos, al saber que mis padres votarían por él.

En forma honesta creo en la buena intención del presidente Allende, yo pienso que nadie se empecinaría en intentar tres veces llegar a la primera magistratura para hacer las cosas mal por su país. Sólo me da la impresión que se le escapó de sus manos el control de la nación (quizás a que extremas tensiones internas se vio enfrentado y debió callarlas para no hacer trascender aquellas divergencias que comprometerían la cohesión de su gobierno).

Allí sentado, dejé pasar los 3 minutos fatídicos que la Nueva Junta de Gobierno había dado al presidente para abandonar La Moneda antes de ser bombardeada por los aviones de La Fuerza Aérea; 30 segundos… 45 segundos... 1 minuto… 1 minuto y medio… 2 minutos… 3 minutos… permanecía inmóvil con una curiosidad marcada por la preocupación y el nerviosismo, una sensación de incredulidad, no podía definirlo bien. Incluso creo que sentía algo de morbo por tratar de ser un “testigo acústico” del cumplimiento de aquella tan terrible amenaza. Pero pasaban los minutos y el silencio me alegraba al no escuchar bombas ni estruendos, (íntimamente pensaba: “cuando se iba a imaginar Toesca que su monumental diseño sucumbiría ante un bombardeo aéreo”).

Pasadas las 11 de la mañana, se comunicaba que habría “Toque de queda”, a partir de las 3 de la tarde.

Yo permanecía en silencio, veía en mi patio un refugio y pensaba… pensaba…y pensaba…

En eso mis pensamientos fueron interrumpidos por nuevos comunicados radiales. Momentos en que seis mujeres abandonaban La Moneda acompañadas por efectivos militares. Más tarde sabría que una de ellas era la secretaria personal del presidente (Myriam Contreras), madre de un compañero de curso que tuve cuando estudiábamos en el Instituto Nacional (Enrique Ropert). Los tanques se habían apoderado de las calles céntricas. El barrio cívico de Santiago era atravesado de un lado a otro por los proyectiles de ambos bandos. Había comenzado a desangrarse La Patria

De ahí en adelante no recuerdo bien la secuencia de hechos, ni el tiempo transcurrido; sólo sé que vino un amigo (Rolando Rada), llegó mi padre (ante la emoción de mamá y el regocijo de mi hermana y mío), se confirmaba el ataque aéreo sobre el Palacio de Gobierno y contra la residencia presidencial en la calle Tomás Moro. El Palacio de La Moneda había comenzado con numerosos focos de incendio, un general de ejército apellidado Palacios, ingresaba al mando de las tropas de asalto.

Fui a mi pieza a tratar de escuchar radios extranjeras por “onda corta”, para enterarme de que modo había salido la noticia al resto del mundo. Me hallaba avocado a esa tarea, cuando escuché la información que el presidente Allende había decidido salir de La Moneda con su comitiva, pero se le había comunicado que la suspensión del fuego por parte de las fuerzas militares contra la casa de gobierno era imposible, debido al tiroteo cruzado que mantenían los soldados con los francotiradores que intentaban defenderla apostados aún en ella y en los edificios vecinos (Intendencia, Impuestos Internos, etc; incluso desde los altos del Hotel Carrera).

Finalmente me dirigí al comedor. Durante el almuerzo mi padre nos contó como había recibido la noticia, como había visto la situación en las calles, y como había logrado llegar a casa sano y salvo (andaba sin su auto), a pesar de las numerosas balaceras que escuchó muchas veces en el trayecto, las más intensas en Mapocho y La Alameda.

Terminé de almorzar. Salí otra vez a la terraza con mi vista perdida en la lejanía del cielo. Además continué con mis escritos. Tenía la percepción que podía llegar a ser un testigo importante de la Historia de mi país.

A las 14:30 horas fui a la casa de mi vecino, pasando por sobre la pandereta divisoria de ambos patios (en condiciones normales lo hacía del mismo modo). Para distraernos un poco, me empezó a lanzar penales (siempre había sido arquero); fue entonces cuando escuchamos en la radio que en definitivas el “Toque de queda” comenzaría a regir desde las 18 horas. En vista de ello, salimos a la calle, nuevamente yo quería observar la situación en la Gran Avenida, que dista a unos 40 metros de mi casa, divisamos a dos amigas (Eliette y Odette Pauliac) en el balcón de su departamento al otro lado de la calle (me alegré al ver que estaban bien). Después nos encontramos con otro amigo (Iván Sánchez), nos fumamos un cigarro, mientras comentábamos los graves acontecimientos. Arriba, el cielo; mudo testigo de la masacre.

Casi un par de horas después vine a casa a imponerme de las últimas noticias. Me sentía muy incomunicado por el hecho de tener el teléfono descompuesto. Fui a la pieza de mis padres y me puse a ver televisión, a pesar de los graves hechos, Canal 13 daba una serie policial, a la que llegué casi al final, por lo cual no le tomé mucho asunto y me quedé dormido. Desperté cuando hablaban sobre la vida de un gran músico español contemporáneo, del cual no escuché su nombre pero sí que sobresalió entre los años 1914 al 1930, y que era admirador de Maurice Ravel e Igor Stravinsky.

A esas alturas me encontraba en compañía de mi madre, en el momento en que empezaba un programa infantil, “Plaza Sésamo”, (para los niños debía ser simplemente un día más).

Luego me fui al patio y estuve compaginando los escritos que llevaba hasta ese momento.

Siendo las 17:30 mi hermana sirvió el té, ese fue mi momento de mayor tranquilidad en todo el día (exceptuando “la siesta”); pero no hablé una sola palabra mientras estuve sentado.

Pasadas las 18 horas, inicio del “Toque de queda”, nuevamente me dirigí a la terraza, miré una vez más al cielo, pero ahora lo vi distinto; con nubes de humo, nubes de pólvora, nubes de muerte. A lo lejos escuchaba disparos, a mi lado jugueteaba nuestro perro, y se podían escuchar fácilmente las noticias en las radios vecinas. Yo me preguntaba si esas balas serían “al aire”, o acaso tendrían un macabro destino… y tan cerca de mi hogar.

Más tarde salió mi padre al patio y me preguntó en qué pensaba, a lo que yo nada respondí en ese momento, después estuvo jugando con el perro y se detuvo a escuchar las detonaciones. Finalmente nos quedamos mirando un nido de tórtolas en un gran árbol viejo, de la casa que está al fondo. Cuando se entró me dijo: “abrígate que está haciendo frío”; y yo sin mirarle murmuré “ya debe haber unos 5.000 muertos a lo largo del país”.

Caía ya la tarde, vino mi vecino (pasando sobre la pandereta, por supuesto) y estuvimos viendo televisión con mi hermana. Alrededor de las 19:30 horas él regresó a su casa. Yo fui a mi pieza. Continué escribiendo mis emociones, mientras escuchaba nuevas noticias en emisoras extranjeras y en una de ellas que me pareció ser londinense, dijeron en perfecto Español: “se desconoce el paradero del presidente de Chile, Dr. Salvador Allende, lo último que se supo fue que había ordenado a sus acompañantes que abandonaran el Palacio de Gobierno pasadas las 14 horas”. Pero una agencia noticiosa Francesa decía escuetamente que: “antes de salir de su oficina, Allende se había suicidado”. La noticia retumbó estremecedora en los muros de mi dormitorio.

Yo aún sin sentirme uno de sus adeptos, me conmoví. Pocas veces había tenido la ocasión de enfrentar la muerte de una persona que en algún momento de su existencia hubiera estado en un asiento prácticamente contiguo al mío; como ocurrió en una clase de Etica Médica en la que el doctor Armando Roa lo había invitado un año antes, en su calidad de médico (más que de presidente), para contarnos sus experiencias como estudiante de Medicina.



A pesar de ello, en las emisoras nacionales sólo se comunicaban los “Bandos oficiales”, destacándose el que decía relación con la libertad de prensa determinándose que a partir de mañana circularía sólo El Mercurio y La Tercera de la Hora; para después irse reintegrando paulatinamente los órganos por ahora clausurados. Creo que ya iban como 14 Bandos.

Antes de las 21 horas mi hermana me avisaba que íbamos a cenar. Mientras, seguían los comunicados por la radio.

Después me fui a ver televisión; habló la Junta de Gobierno, el país conocía así los rostros y los planteamientos de las nuevas autoridades: Augusto Pinochet Ugarte (Ejército), José Merino Castro (Armada), Gustavo Leigh Guzmán (Fuerza Aérea), César Mendoza Durán (Carabineros). Dieron cuenta de los hechos ocurridos durante el día, mostraron gran cantidad de armamento incautado y desde la residencia del presidente exhibieron sus closets y despensas.

Ahora vuelvo a estar en tiempo presente. Son las 24:15. Ha terminado este Martes intenso y he estado rehaciendo este aciago día, plasmando mis emociones y perpetuándolas sobre un papel, sin pretensión literaria alguna, sólo con el convencimiento de poder atestiguar de este modo, en días futuros, a favor de la verdad. Recién he sentido silbar balas por sobre nuestro patio; y concluyo sin saber si mañana amaneceré vivo o amaneceré muerto; o si habrá sido el último día para algunos, o el primer día para otros, o simplemente un día más…

¡Maldición! ¿Qué es todo esto? ¿Una pesadilla; o una terrible realidad?


Marcelo Fernández Romo.

Nota del autor:
Estos pensamientos no pretenden enjuiciar ni avalar lo sucedido; sólo me ha movido el afán por describir mi percepción de los
hechos acontecidos hoy día.


Martes 11 de Septiembre de 1973. Santiago, Chile.

La idiosincrasia del chileno viaja en Metro .

Si algún día quieres enseñarle a un turista, como es Chile y su gente; no lo lleves al pueblito del Parque O´higgins, no lo lleves a la Enoteca del San Cristóbal, no lo lleves al Mim, no lo lleves al Club Hípico, no lo lleves a la Quinta Normal... ¡Llévalo a dar una vuelta en Metro!. Allí encontrará la verdadera idiosincrasia del chileno.

Luego de sortear los montones de tierra y escombros de una estación inaugurada en tiempo récord, antes de lo previsto, (y antes de algunas elecciones...) bajarán las escalas, afortunadamente con menos dificultad que el minusválido que va delante de ustedes. Llegarán al sector de las boleterías y el amigo turista no comprenderá porque construyeron 4 ó 6 cajas, si solamente 2 están operando (o mejor dicho una; porque en la otra habrá una funcionaria o funcionario hablando animadamente por teléfono).

Seguirán el interminable descenso (que para el perseguido minusválido resultará eterno) y esperarán El Metro; éste vendrá (con sus carros pintarrajeados con los logos y colores corporativos de una multitienda o de un hipermercado) y les dejará inconcluso un erótico video clips musical, o un añejo gol de Colo-Colo, o los adelantos de una nueva estación de la Redmetro.

Se abrirán las puertas y nuestro querido amigo turista comenzará a comprender algunas cosas; como por ejemplo porque aún somos un País Sub-desarrollado. Los empujones por subir se confunden con los empujones por bajar y entre tanto empujón, seguramente más tarde él le echará de menos a unos cuantos dólares que hasta hacía unos minutos le pertenecían .

Habrán logrado pasar a la próxima etapa (como en los juegos de video), y ahí entenderá porque más tarde los adolescentes serán tan poco respetuosos con las personas mayores: un encantador pequeño de 3 años sentado junto a la ventana mirando como el tren se pone nuevamente en movimiento; a su lado una joven madre, a la que no le pasará ni siquiera por la mente tomar en brazos a su retoño, seguramente porque le arrugaría al vestido o le estropearía las taquilleras medias recién adquiridas en la estación Patronato.

Nuestro amigo turista no se admirará tanto entonces al ver que cuatro quinceañeros , con cuatro mochilas de 10 Kgs. cada una viajan sentados en el suelo ocupando el lugar de por lo menos doce pasajeros (solamente se pondrán de pié cuando ocasionalmente pase un guardia, para volver a sentarse en forma burlona cuando éste se haya alejado lo suficiente.

Una vez que hayan logrado crearse un espacio casi virtual en el tren, advertirá nuestro amigo extranjero una estridente música que no logrará localizar bien, hasta que llegará a comprender que es el sonido de un MP3 rebotando contra las membranas timpánicas de una agraciada universitaria que está de pié justo detrás de él; ella va absorta, no mira, no distingue, no asimila, (sólo respira), no ubica al prójimo (hay dudas si conoce el término)

De pronto, después de un laborioso transbordo, el mentado turista se empieza a dar cuenta que al ir variando las estaciones, va variando también la vestimenta de los usuarios y lo que es peor aún... los olores. Pero al menos faltará poco para poder respirar mejor, cuando unos metros más adelante descubra que el recorrido pintorescamente se hace al aire libre, sorteando avenidas, cables del tendido eléctrico y patios traseros de casas semi-expropiadas para poder abrir la ruta al veloz corcel metálico.

Estarán finalizando el paseo y nuestro turista agotadísimo, se sentará por fin en los carros más espaciosos, aireados y modernos de toda la red-metro; pero ya poco le importará, y le dirá a su no menos agotado guía: “me arrepentí; ya no quiero ir a Puente Alto, prefiero visitar ese viejo pueblito del que habla aquella vieja canción que dice que campesinos y gente del pueblo, me saldrán al encuentro y yo podré comprobar como nos quieren cuando somos forasteros”... a lo que con mucha pena su acompañante le responderá: “lo siento amigo, hoy no podrá ser; mi auto no tiene TAC...y el de mi esposa está con restricción”...

Marcelo Fernández Romo

Juan Primero.

Juan siempre fue el primero...

Juan en su infancia soñaba con tener muchos avioncitos de colección... pero siempre le regalaron pelotas.

A Juan le gustaba la ropa azul... pero siempre lo vistieron de celeste.

A Juan le encantaba el campo... pero siempre lo llevaron a la playa.

A Juan no le agradaba el calor... pero siempre usó chalecos gruesos.

Juan quería a su madre por sobre todo lo demás... pero ella jamás lo supo.

Juan nunca fue feliz.

Juan siempre fue el primero en todo. Además, siempre el primero del curso, en su colegio; su querido colegio... para niños autistas...


Marcelo Fernández Romo

¿Crisis?

Semánticamente el término crisis define a un período, a una etapa; por lo cual no digamos más que la sociedad está en crisis, que la familia está en crisis, que la educación está en crisis. Simplemente esta es la nueva sociedad, esta es la nueva familia, esta es la nueva educación.

Hemos llegado a un grado tal de desarrollo tecnológico y cibernético, que lo decadente vuelve a ser protagonista del comportamiento humano. No se le ha dejado tareas a las nuevas generaciones, ahora todo está listo, todo viene hecho, vivimos los tiempos del “pre”; el arroz viene pre-graneado, las telas son pre-lavadas, las tarjetas telefónicas son de pre-pago, las relaciones sexuales son pre-matrimoniales; es el estigma de un mundo que vive apurado.

Es la nueva sociedad. Es el culto a la irreverencia. En la televisión lo que vende es lo que hiere, lo que denosta, lo que ofende. Los opinólogos han reemplezado a los mesurados críticos de antaño, quién generaría más espectativas en la actualidad al ser anunciado en un panel: ¿Igor Entrala o Roberto Dueñas?, ¿Adolfo Janckelevic o Jordy Castel?, ¿Yolanda Montecinos o Francisca Merino?, ¿Raquel Correa o Carlita Ochoa?. Y sin el ánimo de ofender a los nuevos “criticólogos”, la responsabilidad es de quienes los contratan, y según éstos... es lo que la gente pide. Y desgraciadamente es la verdad...

Antes una duda muy frecuente previo el matrimonio de “un famoso” era: “¿en qué iglesia me caso?”, actualmente la duda radica en: “a cuál revista le vendo mi matrimonio?”. De ahí en más, es fácil esperar las crisis familiares posteriores.

Los que ya llegamos al medio siglo, no podemos comprender cosas que ya se han hecho cuotidianas.

Las irreverencias de John Lennon o del Chino Ríos, han pasado a ser niñerías, en relación a lo que actualmente ocurre. Y lo que es peor, hay conductas tácitamente justificadas por la sociedad con la manida frase “es que estaban curados los pobrecitos”, o “es que estaban volados así que no dimensionaban lo que hacían”. Ya no se puede permitir que todo pase por la violencia y la destrucción. Hay un sentimiento de alivio al decir “menos mal que yo alcancé a pasar un rato antes por la Alameda”, cuando debía haber un repudio ciudadano enérgico. No nos podemos permitir la pasiva observación de lo que acontece en las calles cada vez que ocurre un hecho de cierta connotación social. ¡Basta ya con el circo romano de la Plaza Italia! Hay que terminar con los destrozos de la propiedad pública o privada porque ganó Fernando González, porque llegó un nuevo 11 de Septiembre, porque perdió Colo-Colo, o porque marchan “los pingüinos”, etc. Es grave tomar como natural estas actitudes y que cada vez son peores; que culpa tiene el esforzado suplementero que ha logrado mantener su kiosco con sacrificio, o el puesto del florista de la esquina, o el encargado de los jardines aledaños, o el agente del banco del sector. ¿Quién los protege?, los seguros no bastan, hay un desgaste emocional, psíquico y a veces psiquiátrico. Para uno es más fácil, vamos de paso, corremos, tal vez nos moja el guanaco, arrancamos y nos vamos; pero ellos viven ahí, ellos viven de eso. ¿Qué ocurrirá el día (ojalá lejano) en que muera Don Francisco o el Bambam Zamorano; también habrá desmanes? Con temor creo estar seguro que sí.





Hoy escuchaba en una mesa detrás de la mía en un céntrico restaurante la conversación entre un padre y su hijo universitario: -“bueno como anda la cosa hijo, ¿vas a aprobar todos los ramos?”, -“papá, no es el momento de hablar de eso”,- “¡pero cómo! ¿por qué?, no sería nada tan grave si “botaras un ramo”, no serías el único al que le ha ocurrido” –“papá , ya te dije, no quiero hablar de eso, no me ha ido ni bien ni mal, pero no te voy a hablar, vinimos a almorzar, entiende que no quiero decírtelo, ¿entendiste?... (y todo eso en presencia de su polola). Nuestros padres nos habrían metido el trozo de pizza atravesado hasta la garganta si les hubiéramos contestado así.

Ya la educación no es la misma, y desde la más tierna infancia. En el jardín infantil si un niño mira al techo dos veces seguidas, ya se le cataloga como “déficit atencional”, y se lo enviará a la Psicopedagoga, quien probablemente lo derivará al Neurólogo; luego en el colegio por ser uno de los 3 niños que se salen de la media esperada, su profesora entrará en pánico y le solicitará a sus padres que se lo lleven a un colegio “personalizado”, ya a los 8 años estará con Ritalín, antesala para que a los 15 esté con marihuana y a los 18 sentado en la reja del Monumental tirándole trozos de concreto a algún carabinero. En la gran mayoría de los colegios ya no existen los educadores que nos formaron, ahora muchos sólo son “pasadores de materias”. Cada vez se escuchan menos esos consejos de antaño “siéntese derecho, míreme a los ojos cuando conteste, no hable mascando chicle, etc”. Si un lolo cede el asiento en el metro, se hace de inmediato acreedor a “una medalla al mérito”. Si no le gusta la cerveza, “es un mamón”.

No son tiempos de crisis. Lo queramos o no… son “los nuevos tiempos”.

Es la nueva decadencia, es el personalismo exagerado, es la competitividad mal entendida.

Hoy la corrupción ya no pareciera un delito, es “una variable de gestión”.

Ya no se oculta una diarrea… hoy es tema de sobremesa…

¿Qué podremos hacer?... Piénsenlo.


Marcelo Fernández Romo.


Qué pasaría si tú no existieras....



Si mi vida no se hubiese tocado contigo, no podría ser feliz.

Si sólo un segundo de nuestro tiempo, dejara de pensar en tí, tendría que morir un poco
más rápido cada día.

Si no estuvieras, sólo me quedaría ir a buscarte..... estoy seguro que te encontraría muy
cerquita de Dios.

Quién eres para mí....

Eres la mágica oración que levanta mi Corazón.

Tus ojos alegran a los míos, su brillo está grabado con sangre en mi Corazón....

Ere mi hermosa de los sueños, mi dulce Paz y mi encuentro hacia Dios....


Puedes ver lo que yo veo.....

Te das cuenta, que tus ojos brillan para mí,
Te das cuenta, que tu vida está entrelazada a la mía hasta el Final,
Te das cuenta, que eres el regalo de Dios,
Te das cuenta, que al mirarnos el mundo se detiene, tus ojos atraviesan los míos....
Te das cuenta, lo hermosa que eres para mí,
Te das cuenta, lo que provoca tu abrazo......
Te das cuenta, cuanto te quiero,

Eres para mí.....

Si Tu boca pequeña recorre mi beso, como tu piel a mis manos.
Si Tu vestido de invierno es mi morada de calor,
Si Tus ojos negros son mi fuerza en la adversidad
Si Tu cuerpo es mi seda en el abrazo, y tu piel lo es en el amor..

SÍ...... ERES PARA MÍ.... Y YO SOY PARA TI..


Te Amo, a alguien le cabe alguna duda....

Gracias,


Tu admirador....



Anónimo,
encontrado en un añoso álbum familiar.


miércoles, 26 de noviembre de 2008

ALAS DE HOMBRE

Sus manos esculpían incesantes,

era parte de la ley

en aquella isla remota.

¡Escucha hombre!

¿Por qué caminas si lo tuyo es volar?

¿Por qué actúas con tu mente

y no con tu instinto?

Te envidio hombre pájaro,

Yo soy solo hombre

O tal vez hombre esclavo,

Atado al suelo por mi propio peso,

Cegado por límites.

¡Vuela hombre!

¡Vuela junto a mis sueños!

Quiero que tu sombra,

Sea luz para mi mente,

Sea luz de libertad,

Sea luz…

¡Qué tus alas extendidas protejan mis sueños!

Ya que ellos son libres,

Y no quiero que se sequen en el suelo,

Quiero que se refresquen con tu vuelo.


Salvador Quezada Cid
(Poema ganador concurso "Escritores para Chile" 2008)



Concurso ”ESCRITORES PARA CHILE” 2008

Centro Cultural La Barraca de La Florida.

Salvador Quezada Cid, alumno de 1º Medio B. del Instituto Miguel León Prado, obtiene el 1er. Lugar en la categoría de Enseñanza Media.


Participaron alrededor de 600 personas, entre niños de educación básica, media, adultos Mayores y otros.

Durante17 años, La Barraca se ha propuesto incentivar el amor por la lectura realizando el concurso.

Con Jaime Quezada, abogado, escritor y estudioso de la literatura chilena, presidente de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral.

SONIDOS

EN UN RECONDITO ESCONDRIJO PROPIO

SE ASILA INCOLUME EL SONIDO DE TU VOZ

REVERBERA EFERVESCENTE Y PERMANECE

PARA PALPARLO, PARA SENTIRLO MAS.

NO SOY SI NO UNA ESTELA AGONIZANTE

DE TU IMAGEN REFLEJADA,

DE LOS DESTELLOS DE TU ALMA

DE LA BELDAD LLENADORA DE TU SER.

ESCUCHO.....ESCUCHO SIN FIJARME EN ALIENTOS

SIN INTERRUMPIR EL GOZO

CADA TIMBRE, CADA NOTA DULCE

SIN QUERER DESPERTAR.

NI EL TIEMPO GUARDA SENTIDO,

NI DIRECCION NI CONDICION NINGUNA

CUANDO FRENETICO ABRAZO

TAN SOLO DE TI UN SUSURRO.

CUANTO MAS PRESO EN ESTA QUIMERA ?

SI YO NO QUIERO LIBERARTAD,

COMO EL PAGO INEXORABLE

DE EXISTIR Y NO TENER.

GOLPEAN, LLAMAN.....LACERAN

EL FLAGELO DE TUS VOCES

ACUDEN EN TROPEL A LASTIMARME

MAS NO QUIERO ABANDONAR.

UNA ILUSION INTANGIBLE

UNA VISION DE ETERNIDAD

HASTA BEBER LA REALIDAD

DE LOS SONIDOS DE TU VOZ

ABELARDO

Oda al mar

Miro tus aguas
contemplo tus olas
que vienen y van.
Siento tu brisa
que abraza mi cuerpo
con su tenue andar.
Vuelvo a mirarte
te pregunto
¿qué misterios ocultas
en ese lejano y profundo horizonte que hay frente a mí?
Camino descalza
sintiendo tus frías arenas bajo mis pies,
busco la huella que me
hable de vidas errantes
buscando un minuto de felicidad.
....Me golpean tus aguas,
me hacen temblar
Siento tu fuerza
que me impulsa hacia ti.

Quisiera dejarme llevar........

Una gota fría salpica mis pensamientos ... .... me hace despertar.

Chocolate

Mis hijos

Pequeños cuerpecitos, frágiles, llorones, dulces, suaves, carentes.
Así son mis niños
Tiernos, alegres, juguetones
de mirada candil y luminosa.
Así son mis hijos
Preguntones, curiosos
ávidos de querer saberlo todo.
Así son mis niños
Que rápido crecen oh! Dios
Que rápido se lleva la vida
su dulce y corta infancia.
Como quisiera retener en el tiempo
cada momento de ternura y calor.
Cada una de sus risas, cada abrazo dado y recibido
quedará encerrado y grabado para siempre en mi corazón de madre.
Sus tenues voces, sus mil palabras;
siempre tendrán eco en mí
y en mi mente dibujada quedará
la más bella imagen de sus caras,
cuando el sueño de cada noche
les ganaba a su vitalidad.

Mis bellos hijos... . .

Chocolate

Amorío de Sol y Luna

Más allá del horizonte
más allá del límite
que separa al cielo del mar.
Allá, detrás de las colinas,
donde la tierra y el agua
se unen en mágica armonía.
Allí, el sol y la luna
encuentran su espacio y su tiempo para amarse,
teniendo sólo por testigo al viento
quien escucha sus promesas y juramentos de amor eterno
y sonríe con su tenue aliento que los envuelve,
mientras se acarician suavemente
al alero de sus miradas
suspendidas por la luz de las estrellas
que brillan tan sólo para ellos.


Chocolate

martes, 25 de noviembre de 2008

A TUS AÑOS


A tus años, que son tantos

no importa cuántos...

que han recorrido Otoños y veranos

que pasan por la vida a pasos agigantados.

A tus años, de variadas historias

de niños y patios

de rondas y cantos

de timbres y actos.

A tus años, que son un torrente

de sabiduría y encanto

de palabras insólitas

de significados extraños.

A tus años, que no les llegue el invierno

que les perdure el verano

que en cada amanecer

tengas un mundo soñado.

A tus años, benditos sean todos,

benditos tus pasos.

Que Dios te bendiga

y te regale otros tantos...

Apoderada 5° Básico B.


ESPIÁNDOTE


Era una noche fría de invierno. Sabía que tarde o temprano daría con ella.

Procurando no ser visto, me acerqué a la única ventana que permanecía iluminada.

Allí estaba ella, durmiendo, luciendo su desnudez bajo una delgada sábana blanca, sin sospechar que habian dos ojos acechándola.

De pronto, escuché pasos detrás mío. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al verme descubierto, y el silencio de la noche se rompió violentamente con un vozarrón, que dijo:

  • “¿Es su primer bebé?”.

  • “No, - le respondí - ya tengo dos varones, pero ella será mi princesita”.

Jaimito

Gracias

Gracias…

Por escucharme cuando nadie me oía

sólo buscaba quien me diera alegría

y pude darme cuenta que existías

sin embargo, a mi lado te tenía

y en mi desesperación por buscar compañía

olvidé que tu vivías…

a mi lado te encontrabas

sin hacer ruido estabas

no te oí ni te vi,

y por buscar donde no había

sólo sé que te perdí,

pero quiero que sepas que

que ahora que no estás

te busco en el silencio

a pesar de que es tarde

no me cansaré de agradecerte

que sólo tu presencia me llenaba

era lo que me bastaba

para ser feliz…

Jotita

3º B.A.

lunes, 24 de noviembre de 2008

RECUERDO A LOS GUERREROS


Los canelos cuentan historias muy largas,

Fabulas de guerreros,

Cuentos de protectores,

De guardianes de la tierra.

El silencio es parte de la historia,

El recuerdo es la base.

El día en que la mano y lanza se unieron;

En que el sol se ocultó aterrado tras el monte,

Los ancestros abrieron bien sus ojos,

Los arcos dispararon esperanza

Y los rifles sembraron la matanza.

Las aguas araucanas

Conmemoran la batalla.

Pólvora contra viento,

Ambicia contra valentía,

Asesinos contra guerreros.

La noche

Escribió con detalle:

Gritos se oían

Gritos de valentía y gritos que mentían,

La muerte descendió lentamente:

Fue callando bocas, fue regando tierras,

Pero no logró sembrar el miedo,

Por lo menos en los araucanos no.

Ellos no podían demostrar temor,

Pues no lo conocían.

Ellos no entristecieron al caer en la tierra,

Pues por ella morían.

Ñamku



LIBRE FIERA


¿Por qué te adueñas de la tierra?

¿Por qué si ella es la mas grande fiera?

Es la madre de todo aquel que la habita,

Es la diosa de todo aquel que la ama.

Un orgullo es descargar las venas en ella.

Un placer es desvanecerse en su frescura.

¿Por qué la compras?

¿Por qué lo haces y luego miras al cielo sin avergonzarte?

¿Por qué se la arrebatas a aquellos que son sus verdaderos hijos?

Aquellos que nunca la miraron con ambicia,

Aquellos que amaron a todos sus hermanos,

Los que pudieron mirarla y decir:

“Por ti es mi vida”

¡Y tú!

La miras como una extensión,

Como una maquina de riquezas,

Y eso es lo que es la gran madre de las riquezas,

Pero es para todos, no solo para ti.

La cubres con asfalto

Para camuflar tu vida gris,

Para simplemente no enfrentarla,

Pues sabes que por ti su vida se pierde,

Pues sabes que por ti muchas vidas se pierden.

No mereces que el sol ilumine tu cara,

No mereces que las estrellas guíen tu camino,

No mereces que el silencio te abrace,

No lo mereces… pero lo tienes.

Porque una madre siempre da perdón,

Arrepiéntete y déjala libre,

Libérala y libérate.

Ñamku