lunes, 27 de abril de 2009

El temido “Sr. Doctor”.

-Pregunta el pequeño Matías: ¿Mamá, porqué mi hermanito le tiene miedo al doctor?

-Yo, doctor; le contesto: No es justo; a tu hermanito ni siquiera lo conozco. Es más, hoy es la primera vez que viene a mi consulta y ya me teme.

¿Cuándo irá a ser el día, en que las madres, padres, abuelas y nanas, dejen de “meter susto” con el doctor?

¿Cuántas veces hemos escuchado?: “¡Tómate la sopa! O te llevo al doctor... y para que te pinche una inyección” (es decir, doble falta). Los pequeños ni nos conocen y ya les causamos temor.

Para mí, es un desafío diario quebrarles ese esquema a los niños. He trabajado con ellos durante muchos de mis años de profesión, atendiéndolos en sus propios colegios y jardines infantiles, y me he dedicado a demostrarles que el médico es su amigo; ya sea riendo con ellos, compartiendo algunas golosinas, o simplemente comentando juntos el accionar de sus personajes y super-héroes favoritos. Que fácil me resulta hacerles sentir que soy su amigo; y como se facilita la comunicación cuando se está frente a un amigo. Creo que toda prestación médica infantil tiene que ir precedida de algunos minutos en los cuales debemos interactuar con el realismo mágico de los niños, convertirnos en un personaje más de su entorno.

Siempre existirán las frases adecuadas para entrar en su mundo, dependiendo de las edades e inquietudes de cada uno de ellos: ¿Cuántos años tienes?, ¿Conoces a Mickey?, ¿Cómo se llama tu tía del jardín?, ¿Juegas fútbol?, ¿Te gusta Harry Potter?, ¿En qué colegio estudias?... etc. Hablarles en su idioma.

Siempre procuremos conversar con los pequeños en esos instantes previos a la consabida enumeración de síntomas y signos que nos van a referir sus padres, muchas veces angustiados.

Es nuestra responsabilidad, hacerles sentir que somos tan comunes y cercanos a ellos como lo son sus papás, sus abuelos, sus tíos, o sus vecinos. Disfruto encontrando a mis pequeños pacientes en el supermercado, en el servicentro, en la iglesia; que sepan que su doctor también va a la peluquería, juega tenis, o en una tarde cualquiera puede irse durmiendo en un asiento del metro.

No es bueno que nos “endiosen”, pero tampoco nosotros propiciemos ese endiosamiento...

Podremos ser grandes facultativos, tener innumerables Post-grados, importantes cursos en el extranjero, la pared tapizada de diplomas, etc; pero si no sabemos hacer sonreír a un pequeño... será mejor encaminar nuestros pasos, hacia otra actividad del que hacer médico.


Dr. Marcelo Fernández Romo.

No hay comentarios: